Esta era la última semana de vacaciones. Mi suegra colapsó, a Ana no le gusta ningún plan vacacional (o nos asustan, o son impagables) y ya ninguna guardería trabaja.
Papá fue al rescate.
A fin de cuentas soy mi propio jefe de modo que dejé prácticamente de trabajar esta semana. Solo la consulta de la tarde en la clínica, luego de que Orle saliera del trabajo.
Confieso que estaba asustado pero me ha ido muy bien. Mis hijos son muy tranquilos y tanto mi suegra como mi esposa me han vigilado estrechamente (creo que pensaban que los iba a matar o algo así) y me han apoyado en la medida de sus posibilidades. Mis hijos son tan pero tan buenos que hasta se comieron la pasta que les hice el martes y que ni siquiera yo pude tragar.
La mayor parte de los hijos son así: A prueba de padres.
Lo malo ha sido que, al no estar trabajando 12h diarias me he empapado de la realidad nacional y la verdad me siento como rata en una trampa. Hasta ahora el "país socialista" y yo hemos ido por caminos distintos, sin estorbarnos mucho pero la aprobación de la reforma constitucional es un paso importante en la liquidación de la democracia representativa/liberal en cuyos valores creo. No pasará mucho tiempo antes de que tener dinero mas allá de lo básico para vivir sea una traición a la patria y mis hijos sean instruidos en la mas abyecta adoración al "comandante" y a los valores socialistas.
¿Que debo hacer? ¿votar en contra? ¡ja! estoy haciéndolo desde el 98 ¿Irme? ¿A donde?
Eso me amargo un poquito las cosas. Pero haber pasado tanto tiempo con mi hijos fue un privilegio maravilloso.
Estos dos hermosos árboles, un Saman y el Mango de las piñatas de mi infancia (cuando podías tener una fiesta infantil en plena calle sin problemas ¿se acuerdan?) están condenados. Las obras de la estación del metro, no sé por qué, los han marcado para su derribo. 
